Se
consagró en el fútbol nacional en 1959 al marcar dos de los cuatro
goles en la primera victoria de Chile sobre Argentina. Bernardo Bello
salió campeón tres veces con Colo-Colo y estuvo en la foto oficial de la
selección para el Mundial de 1962, aunque al final no lo convocaron.
Pero su historia más desconocida fue hace 11 años, cuando se instaló en
la Franja de Gaza para trabajar con la selección de fútbol de Palestina,
dirigida por el chileno Nicola Hadwa. Esta es la historia del tiempo
que Bello vivió en Palestina, una zona que se encuentra, una vez más,
bajo ataque israelí.
La
historia comenzó en algún momento entre fines de 2002 y comienzos del
2003. Nicola Hadwa le dijo a Bernardo Bello que les habían aceptado el
proyecto para dirigir la selección de fútbol Palestina.
–Chupalla, ¿y cuanto pagan? –preguntó Bello.
–Ni muy bueno ni muy malo.
–Pero ¿dónde vamos a trabajar?
–En Gaza.
En febrero de 2003, Bernardo Bello, ex jugador de Colo-Colo y la selección chilena, llegó a la Franja.
Nicola Hadwa asumía como director técnico de la selección de fútbol de Palestina.
Por
su parte, Bello se haría cargo del área de capacitación, una de las
tres que tenía el proyecto deportivo. Las otras dos eran competición a
nivel internacional y el desarrollo del proceso formativo.
Bello se instaló en una avenida principal, la calle Omer al Mokhtar, en el barrio de Al Remal.
Su
edificio, el Kazem Building, tenía ocho pisos y su pieza estaba en el
séptimo. Desde ahí vio –más de lo que hubiese preferido– los cortejos
fúnebres que pasaban por la calle.
“Eso era horrible. Quedé
marcando ocupado. Veía pasar los muertos en unas camillas que llevaban
seis personas. El cadáver tapado con la bandera Palestina con el rostro
descubierto si no estaba muy dañado. Toda la gente detrás del mártir”,
relata Bello.
El Estadio Palestino está destruido. Israel lo
bombardeó el 1 de abril de 2006 y una vez más el 19 de noviembre de
2012. Pero entonces, el 2003, aún estaba en perfectas condiciones, con
capacidad para 10 mil personas, camarines y piezas.
Además,
estaba cerca de la habitación en que Bello se hospedó. Fue en esa cancha
donde trabajó con su traductor y el preparador físico.
Los
entrenamientos no eran constantes, ya que los jugadores venían de
distintos puntos de la Franja y siempre había dificultades con el
traslado.
Bello tenía un programa para entrenar de tres a cuatro
veces por semana. Los jugadores se quedaban esos días en el estadio, con
comida y alojamiento pagados.
“Pero algunas veces los días de la
semana se interrumpían, porque los que venían de Rafa no podían pasar.
Había cortes de aguas y luz cuando buscaban a un terrorista. Era muy
accidentada la preparación”, recuerda.
Cada vez que un
helicóptero –al que los palestinos llamaban “Apache”– sobrevolaba los
entrenamientos, los jugadores sabían que iban a bombardear. Entonces
pedían permisos para ir a ver a sus familiares y las prácticas se
interrumpían.
“Algunos llegaban con noticias muy tremendas. El
traductor me decía ‘Coach, estamos mal. Mataron al papá del defensa
central, o al tío, o al hermano’”, narra Bello. Según recuerda, no había
ninguna familia que pudiera decir “estamos vivos todos y estamos bien.
Allá se tenía que preguntar ‘¿Cuántos faltan en tu familia?’”.
Los primeros meses fueron difíciles para el ex seleccionado nacional.
En árabe sólo aprendió a decir ‘hola’. Pero estaba allí, en Gaza, y sufría y arriesgaba su vida al igual que los palestinos.
“Yo
era un pájaro raro allá. Vestía mi buzo con el escudo chileno. Si tú
eres del lado del palestino la convivencia es muy buena. No sólo te
idolatra sino que te quiere y donde te ve te saluda”, dice.
La
Federación Palestina de Fútbol se fundó en 1952, pero fue reconocida
por la FIFA en 1998. Recién diez años después –26 de octubre de 2008–
pudo jugar por vez primera de local.
Mientras Bello trabajó junto
a Nicola Hadwa, debían jugar los dos partidos, de local y visita, en el
país que les correspondía; Singapur, Nepal, Jordania u otro.
No
poder jugar de local es algo que el futbolista palestino acepta, según
Bello, porque sabe lo que vive su pueblo en la Franja de Gaza.
“Entonces
no les atemorizan los desafíos mayores. Los enfrentan, porque todo lo
que le acontece a su familia, a él, a sus amigos y entorno, es más
fuerte que un partido de fútbol. Por eso cuando eran nominados a la
selección se alegraban de ir a defender a su país”, dice. Bello cuenta
que no recuerda a un futbolista que se quisiera quedar en los países a
los que iban a jugar. “Todos volvían a Gaza”, señala.
Sobre el
tipo de fútbol que se jugó en Palestina esos años, Bello lo define como
un juego duro, de mucha fuerza, poca flexibilidad y técnica limitada.
“Son
orgánicamente fuertes, con físicos aptos y acondicionados. Lo que les
faltaba era trabajo continuo. No eso de entrenar cada una semana y que
se pare todo porque hay conflictos”, recuerda.
Para llegar a la selección, el jugador era escogido por el dirigente de la Federación Palestina de Fútbol.
“Se
trabajaba con los jugadores que entregaban los dirigentes y ahí en el
proceso se iba acomodando todo. No era un proceso como los que se ven
acá en Chile o en otros países”, detalla Bello.
-¿Cuál era la estrategia de juego que trabajaron cuando estuvieron allá? -Era
ordenado, de posición y función. Se jugaba con un 4-3-3. Uno de
contención por el medio, un “8” y el “10”. Formábamos una línea de tres
en el medio campo. Después con uno de ataque por izquierda en punta, un
centro delantero típico de área, y uno en la punta derecha. Hacíamos un
equipo bien simple, que los jugadores se sintieran satisfechos con el
puesto y cumplieran su función. A veces el centro delantero, que era más
vivo, preguntaba por las otras tácticas. Estaban metidos, les gustaba
esa cosa a los cabros, la estrategia.
-¿A ustedes les afectó mucho el conflicto en su trabajo con la selección Palestina? -A
veces teníamos todo armado y los jugadores no podían venir a entrenar
por el conflicto. Pero en la parte física, corrían, saltaban, se
desplazaban y no aflojaban. Eran luchadores. Es tan cierto eso de que el
desarrollo y las características de una selección son como el país o la
zona.
-¿Eran jugadores que se identificaban con su país, con la camiseta? -La
Federación Palestina de Fútbol les daba una plata por cada partido que
jugaban. Pero a los entrenamientos iban por voluntad. La asociación les
daba los recursos para la movilización, pero no les pagaba. Y eso no
influyó para nada en la disposición de los jugadores. Ellos luchan por
jugar.
Bello recuerda que jugaron en diferentes países de Medio
Oriente y Asia. Que les “dieron pelea” a sus rivales y que cuando
perdieron “fue por poco y no por goleada”.
En Gaza no hay
transporte público, sólo taxis. Los servicios de salud están siempre
llenos y hay pobreza porque no hay trabajo. El comercio funciona gracias
a túneles subterráneos entre la Franja y Egipto. En un reportaje del
2012 de National Geographic, el periodista James Verini describió cómo
los túneles subterráneos son la “línea vital del mercado negro, pero
también una trampa de muerte. Para muchos palestinos se han convertido
en un símbolo del ingenio y del sueño de la movilidad”.
Pero lo
que afectó profundamente a Bernardo Bello fue no poder formar escuelas
de fútbol para los niños. Si bien tenía canchas de cemento donde
trabajar, los padres no dejaban que sus hijos fueran a jugar por miedo a
los bombardeos.
-¿Fue muy difícil enseñarles fútbol a los niños? -No
se puede hacer un proceso formativo porque los chicos tienen problemas
hasta para asistir al colegio. Las casas tienen muchos subterráneos para
defenderse de los bombardeos. Los padres no los autorizan a salir a una
práctica deportiva en una cancha, porque eso significa peligro. Cuando
Israel busca al terrorista y lo encuentra, si éste está rodeado de casas
o gente, no importaba. Tiraban la bomba no más. Así lograban su
objetivo, pero se llevaban 6, 8, 10 y hasta 20 vidas.Eso lo frustró. Él
quería crear escuelas de fútbol, pero fue imposible. En diciembre de
2003, después de un año en la Franja de Gaza, volvió a Chile y se
instaló en Quillota. Hoy, con 81 años, vive en Santiago y recuerda su
experiencia como algo muy positivo pero riesgoso. “Lo más lindo que viví
allá fue el cariño que la gente me dispensó de lunes a domingo. A mí me
trataron muy bien”, dice.