Editorial 996: Sentencia
“Las mujeres negras se han practicado abortos a
sí mismas desde los primeros días de la esclavitud. Muchas mujeres
esclavas se negaban a traer niños a un mundo de eterno trabajo forzoso
en el que las cadenas y los latigazos, así como el abuso sexual a las
mujeres, eran las condiciones diarias de vida.” (Mujeres, Raza y Clase,
Angela Davis)
“Ser negro en América no debería ser una sentencia
de muerte. Una mujer no debería sufrir y tener miedo de traer un hijo
al mundo” (Lori Lightfoot, alcaldesa de Chicago).
Mientras
se asfixiaba, George Floyd invocaba a su madre, quien había muerto
hacia dos años. “¡Mamá!, estoy acabado”(“Momma! I’m through”). Su vida
se apagó con una rodilla apretando su cuello. Con la cara en el asfalto
mientras, por su parte, su asesino miraba fijamente a la chica de
dieciséis años que tuvo el valor de grabar 10 minutos de vídeo. Una
secuencia cuya potencia está en la recuperación de la memoria de una
comunidad.
Obviamente, el fondo de todo esto es el racismo que
se expresa en las instituciones, y cuya forma más visible es la
brutalidad policial (recurrente) para preservar el orden (aunque sea
solo para visibilizar su capacidad para dar muerte), y cuyas raíces son
profundas en la historia de América en general, y en Estados Unidos en
particular. Una historia que hace interrogarnos sobre el gobierno/orden
de la vida y de la muerte. El derecho de quien debe vivir y cómo; quién
no y cuándo no.
La última invocación de Floyd, mientras se le
acaba el aire intenta señalar aquel momento sagrado de unión entre lo
dado: la vida (Momma!); y lo arrebatado: la vida (I’m through).
Sometido, tristemente y plenamente consciente de que se está muriendo,
parece darse cuenta de que la vida era este momento: “I can't breathe”.
Nota
El esclavo en tanto instrumento de
trabajo tiene un precio. En tanto propiedad, tiene un valor. A George
Floyd se le acusaba del pago con moneda falsa por valor de 20 dólares. .
Rodrigoazul77
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