Para los aficionados brasileños la victoria uruguaya fue una tragedia, comentada como la peor derrota deportiva del país. Se cancelaron los preparativos de una celebración que era obvia para muchos. Desde entonces la palabra Maracanazo ha quedado como expresión de derrota o desastre imprevisto, para los brasileños.
En cambio, para los uruguayos la fiesta fue total. La inesperada victoria llegaba a oídos en territorio uruguayo, gracias al inolvidable relato de Carlos Solé. La gente se volcó a las calles a festejar, lo que en un principio parecía un sueño inalcanzable. El desconcierto era tal tras la victoria uruguaya, que las 173.850 personas en el estadio quedaron enmudecidas apenas terminó el partido, donde la concurrencia de uruguayos era de apenas un centenar de personas, a tal punto de que los únicos sonidos que se escuchaban eran los del plantel celeste.
También se dio una anécdota que involucraba al entonces presidente de la FIFA, Jules Rimet. Cuando el encuentro estaba empatado 1 a 1, Rimet se dirigió a los vestuarios para preparar su discurso de felicitaciones para Brasil, pero cuando volvió al terreno de juego (ya terminado el encuentro) se llevó la sorpresa de no ver ningún festejo, ya que Uruguay había logrado la hazaña. Tan desconcertado quedó Rimet, que incluso la ceremonia oficial de entrega de la copa a Uruguay no se ejecutó: Rimet apenas pudo acercarse al capitán uruguayo Obdulio Varela en el borde del terreno de juego, darle un breve apretón de manos y entregarle casi a escondidas, el trofeo.
Ese día fue el último partido oficial de fútbol en el cual el equipo de Brasil jugó con uniforme totalmente blanco. En adelante la selección brasilera comenzó a utilizar la tradicional camiseta verde-amarela con pantalón azul, confiando que esta vez sí les traería buena suerte.
Años después Alcides Ghiggia de visita en Brasil pronunció una frase que refleja la repercusión del Maracanazo tanto para Brasil como para el fútbol mundial: "Solo tres personas fuimos capaces de silenciar el Maracaná; el Papa Juan Pablo II, Frank Sinatra y yo". Unos años más tarde, el que fue capitán del seleccionado uruguayo ese día, Obdulio Varela, fue sincero y dijo: "La verdad es que si ese partido lo jugábamos otras 99 veces, las perdíamos todas, pero ese día nos tocó el partido 100".