Cabeza de ...










 

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Letra y Música

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Por Sicarii

La música es el lenguaje universal, dicen, y me parece que no están equivocados quienes lo afirman. No por nada hay quienes se emocionan hasta las lágrimas con canciones que no entienden, o que menean el trasero como perros contentos, si tocan una canción que habla sobre pegarle a las mujeres si no te hacen caso. Eso, en algunos casos, lamentablemente, da para todo. Hay canciones para cada momento, para bailar, para enamorar, para llorar a alguien a quien se perdió, para agitarse, para mover la cabeza como un derviche, para extrañar, celebrar, levantar el ánimo, dar esperanzas, deprimirse, para carnavales, para molestar a los amigos, para cantar en el estadio. Pero lo que nos convoca, hermanos míos, son las canciones futboleras. Y me refiero a todas, desde las de barra, generalmente tomadas de alguna canción famosa, y normalmente versionada por barras argentinas; hasta las dedicadas a los ídolos, como Santa Maradona, o la de Rodrigo al mismo ídolo, o la de Salas (si no recuerda lo mala que era, piense en: Chile-Chile-Chile-Salas-Salas-Salas-Mata-Mata-Mata-Mata-Matador! Sencillamente horrible).

Todas esas canciones de estadio, que si uno asiste regularmente se termina aprendiendo, incluso las del equipo rival si uno va mucho, o aquellas que son transversales, como el “Dale oh!”, que sirve pa cualquier equipo. Un tema aparte son las canciones de victoria, recuerdo que antes, cuando se ganaba, sonaban por los altoparlantes los movimientos de la novena de Beethoven, mejor conocida como “El himno de la alegría”, pero desde los noventa, el compositor alemán fue cambiado abruptamente por Freddy, Bryan, Roger y John, de Queen, y su mega famosa “We are the champions”, que se robó todas las celebraciones de triunfos. De hecho, si el plebiscito del Sí y el No hubiese sido no en 1988, sino el 2008, fijo que la ponen en vez del “Pueblo Unido”, o de “Y ya cayó”. Bueno, todas canciones de estadio están grabadas en la memoria de casi todos, hasta mi mamá debe saberse alguna.

Las canciones para ídolos son otro tema. Claro, en principio demuestran el fanatismo, el cariño y el aprecio que se tiene a los magos de la cancha, pero que queden bien hechas es otra cosa. Normalmente los compositores son de pacotilla y terminan haciendo una melodía que se repite un millón cuarenta y seis mil veces, con un coro de dos palabras, a los más cuatro, con tambores de bazucada, y que suena en cada radio, noticiario deportivo, programa matinal, programa de concursos, nota callejera, compilado de goles, y hasta en el pronóstico del tiempo. Agobiante y repetitiva, termina por comerse nuestro cerebro, y uno anda como estúpido tarareando la famosa canción, hasta en la ducha. Y lo más patético, hasta se corea en el estadio; no puedo olvidar estar cantando Alberto Plaza (así como oyen), para las eliminatorias de Francia ’98, y preguntarme qué demonios pasaba con este país, que alentábamos a la selección con el tipo más fome de la historia. En contadas ocasiones salen grandes canciones para futbolistas o el fútbol. Santa Maradona, de Mano Negra, es notable, vacilona, pelotera, buena letra, y además entremedio suena el relato de su mejor gol en mundiales, en México ’86. Inigualable. La de Rodrigo también es buena, “Maradó, Maradó!!”, con un par de cervezas encima, hasta la bailo, y con más de un par, hasta me saco la polera y la agito sobre la cabeza.

Aún sigo esperando a la banda, o al compositor, que haga una canción para cuando se va perdiendo, pero no de las que alientan, sino de las que toman la derrota y la sufren, con pesar, dolor, hidalguía y dignidad. Estoy seguro sería un hit. Al menos acá en Chile, y sobre todo para mi equipo de MZ, que no festejamos copas hace ya mucho.


 

 
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