Cabeza de Balón










 

 




Cabeza de Balón


por Sicarii


 


Si tuviera a Maradona...





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Mi hermano va a ser papá. Yo que él me estaría muriendo, pero él parece estar feliz. De hecho está más feliz que perro con dos colas, de lo único que habla es de su hijo y de que va a ser futbolista. Bromea con que le va a poner Matías Fernando y mi mamá se quiere morir, porque lo encuentra el colmo de lo ordinario, pero bueno, qué se mete la vieja si la guagua no es de ella.

El fin de semana nos tuvo en la entretenida jornada de “ver la ecografía”. Parece ser que para que eso te entretenga hay una sola forma: que la guagua sea tuya, si no, es sólo una imagen incomprensible de un bebé flotando en el útero de la madre. Te dicen: ¡Mira, esa es la cabeza!, y lo único que uno ve es que no ve nada, pero hay que poner cara de contento y de tío orgulloso. Estábamos en eso cuando mi futuro sobrino cruza las piernas como comúnmente lo hacen los fetos y mi hermano exclama: ¡Cacha, está haciendo una rabona! Y no puedo mentir. Se veía clarito, no era un simple cruce de piernas, sino que tenía su cuerpo balanceado hacia un costado y la pierna derecha tras de la zurda, pateando, sí, pateando, intentando darle a una imaginaria pelota de líquidos y paredes uterinas, intentando sacar un centro desde ahí, para que, supongo, otra guagua o mi hermano, corriera a cabecear, a empalmar, o por último a empujar la pelota hacia dentro del arco.

No podíamos creerlo, bueno, mi mamá de hecho no lo creía, según ella eso era típico de las guaguas, cruzar las piernas mientras se estaban gestando, pero yo creo que simplemente estaba intentando distraernos por ese temor a que su nieto se llame Matías Fernando, para sacarnos de la atención y de la convicción de que ese cabro chico, al que le quedan cinco meses para nacer, va a ser el próximo Maradona, el próximo ídolo del fútbol chileno, un nuevo D10S. No puedo esperar a que intente otra cosa, a que se vea intentando lanzar una volea, un enganche, ¡una chilena!, eso sí que sería fantástico, imagínense que cuando nazca salga tirando una chilena, sacándose el cordón umbilical y corriendo por el quirófano celebrando un Gol. Imagínenselo que cuando le pongan su primera ropa se levante la polera y debajo tenga otra que diga: TE QUIERO MAMÁ. Imagínense.

Me fui a mi casa pensando en eso. En que los que nacen buenos para el fútbol vienen así desde la matriz, desde que aquel espermatozoide se junta con ese óvulo y crean a un ser fantástico, a un Pelé. Me metí al computador y entre a MZ. Empecé a revisar a mis juveniles y me di cuenta que todos son hediondamente malos. Que ninguno de ellos será un héroe de las canchas, que con suerte logro venderlos en unas temporadas y recuperar algo de le inversión que en ellos hice en el campo de entrenamiento. Me di cuenta que ningún bit se juntó con otro para lograr hacer a mi próximo Maradona, que me tendré que conformar con los jugadores que tengo o ahorrar plata como banquero suizo para poder comprarme a alguno que valga la pena. Me di cuenta que esto es lo mismo que ser padre y poner las expectativas en el futuro de los retoños, pero con una diferencia, a uno no le interesa que nazca “sanito”, sino que le interesa que nazca “bueno para la pelota”, que en su primer paso se apoye y que con el segundo le pegue a un balón, que estos jugadores virtuales tengan más de tres balones en alguna habilidad al momento de llegar con 15 años en las primeras jornadas, que adquiera varios balones más hasta los dieciocho, y por sobre todo, pero por sobre todo, que no se maxee rápido, que al menos llegue a tener siete balones en la habilidad primaria y después, bueno, después se verá.


 


 

 
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