Ha cuajado una opinión bastante extendida que señala a Zinedine
Zidane como el 'quinto grande de la historia'. Debates al margen, el
exquisito futbolista galo fue, sin discusión, el gran líder de la mejor
Francia que se recuerda en la historia. Bajo su dirección en el centro
del campo, los 'bleus' se convirtieron en los reyes del mundo durante
dos años. Tiempo en el que conquistaron un Mundial y una Eurocopa de
manera consecutiva. Casi nada.
Pero todo arrancó mucho antes. Concretamente, en una tarde de 1994 en
el Parque de los Príncipes. Francia se jugaba su presencia en el
Mundial de Estados Unidos y le bastaba un simple empate, con su público
como testigo, ante la Bulgaria de Stoitchkov, Balakov y compañía. Una
grave pérdida de Ginola en la salida de balón, con empate a uno en el
marcador, permitió que Kostadinov hiciera saltar la sorpresa y dejara a
los 'bleus' sin cita mundialista. Aquí comenzó una marcada renovación
del combinado francés. En ese momento, Francia inició una reconstrucción
con un final inimaginable. La Francia de Zidane daba sus primeros
pasos.
Pesos pesados como el propio Ginola o Eric Cantona desaparecieron de
la selección. En su lugar, empezó a agruparse una serie de jugadores con
orígenes bien distintos que se acabó conociendo como la 'Francia
multirracial'. Tras dos ausencias en la gran competición de selecciones,
Francia fue la encargada de organizar el Mundial de 1998. Clasificado
como organizador, el conjunto entrenado por Aime Jacquet
disponía de un potencial físico imponente, un sólido sistema defensivo y
varias individualidades capaces de decidir en los momentos importantes.
El equipo sólo cojeaba por una de sus patas: la de delantero centro.
Ni Christophe Dugarry ni Guivarch (pichichi indiscutible ese año de la
Ligue 1) ofrecían suficientes garantías. Y Henry aún no era el
deslumbrante futbolista que años más tarde coleccionó goles en el
Arsenal.
Supo, sin embargo, superar ese hándicap el equipo de Jacquet. Su
inicio fue arrollador. Golearon a Sudáfrica (3-0) y a Arabia Saudí
(4-0). Pero el primer obstáculo serio llegó ante el combinado árabe.
Zidane perdía los papeles y era expulsado tras un pisotón sobre Faid
Amin que le sacaba de los terrenos de juego hasta cuartos de final.
Francia se sobrepuso y sacó también el tercer partido adelante (1-2 ante
Dinamarca). La imagen, sin Zizou, no era lógicamente la misma. Y ante
Paraguay, un equipo aguerrido y muy disciplinado, se sufrió de lo lindo.
Tuvo que aparecer Laurent Blanc en la prórroga para anotar el 'Gol de
Oro' que metía a Francia en cuartos. Allí, 'Zizou' volvía a vestirse de
corto.
La crisis de Ronaldo y la cabeza de Zidane
Y
Francia siguió avanzando con el punto de suerte que todo campeón
necesita. Eliminó a Italia en la tanda de penaltis y remontó a la
Croacia de Suker (1-2) con un inesperado 'doblete' de Thuram. En la
final esperaba la Brasil de Ronaldo. Todo un desafío. Los 'bleus' habían
cumplido el objetivo y mientras todo el país festejaba el acceso al
gran partido, un jugador mantenía una mueca de cierta disconformidad.
Zidane no estaba satisfecho. "Estoy satisfecho con mi actuación, pero me faltó algo hasta ahora y es marcar. Espero hacerlo en la final contra Brasil".
Dicho y hecho. Zidane aniquiló a la selección carioca con dos goles
de cabeza en sendos saques de esquina. La final sonó al ritmo que marcó
'Zizou' y Ronaldo no bailó al compás de la melodía 'bleu'.Como bien
recuerda Roberto Carlos, algo no funcionaba bien en el cuerpo del
'Fenómeno': "Ronaldo estaba más amarillo que nuestra camiseta".
Más tarde se conocería que el punta brasileño había sufrido una crisis
cardíaca en las horas previas al partido. Desactivado el gran peligro de
Brasil, Petit se encargó de cerrar la fiesta gala. Francia era campeona
del mundo.
Trezeguet y la mágica remontada
Dos años más
tarde, y ya con Roger Lemerre en el banquillo, Francia se presenta en la
Eurocopa con otro aire. El prestigio se ha recuperado y todos esperan
lo mejor de ellos. Pronto demuestran que su ciclo no ha terminado.
Dinamarca y la República Checa sufren el poderío de los 'bleus' y sólo
Holanda, tras una gran remontada, consigue bajar a Francia del pedestal
en el que permanecía desafiante.
En cuartos se deshace de España en un partido vibrante recordado por los aficionados españoles por el penalti fallado por Raúl. Zidane y Djorkaeff acabaron
con La Roja y se plantaron en semifinales, donde esperaba Portugal. Una
vez más, Francia se abrazaba a la prórroga para no cortar su camino.
Tras el gol de Nuno Gomes y el empate de Henry, Zidane decidió en el
tiempo añadido. Segunda final en dos años y un nuevo contrincante: la
Italia de Francesco Totti. Y, una vez más, un desenlace agónico y épico
para pasar a la historia del fútbol como uno de los mejores equipos de
la historia.
En el minuto 90 de partido Italia acariciaba el título gracias al
tanto de Delvecchio. Pero el destino no había pensado en la 'azurra'
para levantar el título. Wiltord, una de las novedades
con respecto al equipo del Mundial, empata el partido y condenaba la
final a la prórroga. Situación que a los 'bleus' les resultaba un tanto
familiar. Ante una Italia hundida moralmente, Francia se fue a por el
partido y en el minuto 103, Trezeguet mandó un misil a
las redes de Toldo para desatar la locura en Francia. Campeón del Mundo y
de Europa en tan sólo dos años. Un hito en el fútbol francés y una
hazaña al alcance, únicamente, de una selección de leyenda. Y la Francia
de Zidane lo fue.