Gasté horas de mi vida tratando de encontrar una idea genial para
desplegar en mi habitual columna. Sin embargo, no logré concentrarme
debido a un incidente que marcó mi semana managerzoniana. No fue un
motín, pero me dejó la impresión de algo parecido. El martes en plenal
revisión de los entrenamientos diarios y la forma encontré en mi buzón
una carta sorpresiva. Era nada más y nada menos que el capitán de mi
equipo entregándome una serie de reproches que en un principio fueron
mal recibidos pero que con el correr de las horas me hicieron algo de
sentido. Por eso en vez de intentar divertirlos con mis anécdotas e
historias amarillentas les copiaré textualmente la misiva por si alguno
ve tocado en su fuero interno lo que hicimos con este juego. Saquen
ustedes sus conclusiones.
"Estimado Presidente:
Como
capitán del equipo le escribo para manifestarle nuestra más profunda
preocupación por la forma en que usted maneja el club. Soy el integrante
más antiguo del plantel, desde niño me uní a vuestra disciplina por ser
esta una institución que representaba todos los valores que mi familia
tanto luchó para conservar. Aquí se privilegiaban las personas por sobre
el dinero o los efímeros logros deportivos. No era raro ver que –tal
como me sucedió a mí- la mayoría de los jóvenes que ingresaban al club
permanecieran en él durante toda su carrera. Es más, usted cuidaba
permanentemente de su estado físico y les entregaba a todos las mismas
oportunidades de demostrar en cancha su talento sin importar el
desarrollo de sus habilidades. En resumen, este era un club familiar
donde lo importante era competir.
Con el correr de las temporadas
he visto acontecer una serie de cambios que llevaron a este equipo a
transformarse en algo totalmente distinto. En la actualidad para
permanecer aquí y hacer carrera hay que tener prematuramente nueve
bochas o más en la habilidad principal. Ahora cada jugador –desde las
juveniles hasta los adultos- disputa en cada semana un promedio de doce
partidos diarios, lo que se suma a los cinco días de entrenamiento y uno
que otro campus específico. Ni siquiera a los jugadores de más
“avanzada edad” se les permite el descanso necesario para reponer
fuerzas. Ya no hay de su parte charlas motivacionales y el plantel es
tan numeroso que los entrenadores no nos llaman por nuestros nombres.
Peor aún, con el aumento de los cupos de extranjeros vemos como hoy
cinco integrantes de nuestro equipo titular vienen de un país lejano.
Puede sonar a xenofobia, pero no es más que una lastimera petición de
oportunidades.
Hoy esta institución no es más que una máquina de
moler carne que vende, compra y despide jugadores teniendo sólo copas
detrás de la frente. Ya no importa competir y una eventual derrota puede
significar que cualquiera de nosotros deje el primer equipo o
simplemente termine en el mercado de pases. He visto llegar a delanteros
que con dos partidos en el cuerpo y sin tiempo para aclimatarse
partieron a otro club. Fui testigo del despido a media temporada de un
par de compañeros por haber anunciado su retiro como si estuviésemos
obligados a jugar para siempre. También vi como se le truncaban los
sueños a jóvenes de 16 años por avanzar más lento o detener el
desarrollo de una habilidad más temprano que tarde.
Es por eso y
no por alguno de los motivos que tanto se han especulado que diez de
nosotros decidimos poner bajo nuestras fichas un destellante cartelito
rojo donde usted podrá leer “El jugador se retirará DE SU EQUIPO al
final de esta temporada”. Sí señor, porque la unión hace la fuerza y
como usted no fue capaz de enmendar el rumbo a tiempo seremos nosotros
los que devuelvan a la institución los valores que siempre la
caracterizaron. Sin dinero en caja y con semejante estampida no le
quedará otro rumbo que apostar otra vez por los más jóvenes y refundarlo
todo. No olvide que por mucho que planifique seremos siempre los
jugadores los que hagamos o no la diferencia.
Atte.
Elías Casanueva González
Capitán Mito FC"