Es difícil explicar cómo un país del tamaño de Uruguay ha obtenido tan buenos resultados a lo largo de toda su historia futbolística. Con una población que apenas supera los tres millones ha logrado plantar cara a naciones tan poderosas como sus vecinas Brasil y Argentina, además de las lejanas selecciones europeas. El fútbol no entiende de tamaños. La celeste es el mayor ejemplo para superar todos los pronósticos iniciales.
La historia de la selección de Uruguay tiene un brillante palmarés que se cimentó en una década dorada, la de los años 20. Y es que en 1924 y 1928 conquistó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos. Aquella selección estaba capitaneada por José Nasazzi. Uno de los mejores defensas que ha dado el fútbol uruguayo. Pura garra. Todo pundonor.
Aunque el momento cumbre para Uruguay llegó el 30 de julio de 1930. La celeste se alzó con el primer Mundial de su historia. Justo la primera vez que se celebraba un evento balompédico de tal magnitud. Nasazzi lideró a una selección que se impuso a Argentina por 4-2 gracias a los goles de Pablo Dorado, Pedro Cea, Santos Iriarte y Manco Castro.
El fútbol se detuvo durante unos años por culpa de la Guerra. El Mundial de 1950 de Brasil fue todo un acontecimiento y una fiesta para un país entero. El único colofón posible era que la selección carioca se llevase la victoria. Pero Uruguay fue el invitado inesperado que dejó en cenizas el guión previsto.
La celeste empezó con buen pie su andadura en la cita brasileña. Despachó con una escandalosa goleada a Bolivia (8-0) pero España se interpuso en su camino. Un empate 2-2 puso en serios aprietos a Uruguay, que venció a Suecia por un ajustado marcador y alcanzó una final a la que llegó con piel de cordero. Brasil no podía estar en mejor situación para el último partido. Un empate le proclamaba campeón. A Uruguay sólo le valía ganar. Las goleadas a Suecia y España (7-1 y 6-1) habían disparado la euforia en un estadio Maracaná que estaba a reventar con 173.850 espectadores. Ninguno de ellos contaba con un desenlace tan sorprendente e inesperado.
Juan López dirigía una selección uruguaya donde todo era compromiso. En la portería estaba la experiencia de un arquero como Máspoli, que a los 33 años llegaba en plenitud de condiciones al Mundial brasileño. Tejera era el auténtico líder en la defensa, pero cuesta entender la garra uruguaya sin el liderazgo de un jugador como Obdulio Varela. 'El negro' demostró los galones cuando las cosas se torcieron en la final contra Brasil. El gol de Friaça a los 47' dejaba a Brasil a un palmo de alcanzar la gloria. Varela templó los ánimos de Maracaná cogiendo la pelota en sus brazos protestando al árbitro un posible fuera de juego. Esa acción consiguió aplacar los ánimos de la entusiasta afición brasileña.